Día 2: Vuelta al inicio


El brillo intenso me llama, estoy cada vez más cerca de lo que parece el final del atardecer, como si hubiera llegado al lugar donde se esconde el Sol para dar paso a la Luna.

Estoy emocionada, pensé que sentiría calor al acercarme, pero sopla una brisa suave. Llego a donde está la luz; de pronto, me encuentro dentro de ella, me envuelve y no veo nada; solo naranja, amarillo, rosa…

Me quedo inmóvil, ya que temo dar un paso y encontrar algo desagradable, pero al calmarme mi vista se acostumbra a la luz y puedo notar que piso una especie de telaraña. Debajo de mí hay un camino. Quiero entrar. Encuentro por dónde hacerlo y, decidida, me meto al túnel. 


 Al descender, me encuentro con un maravilloso bosque, aquí no hay luciérnagas, pero sí helechos de un tamaño que jamás había visto. 

No sé si las plantas son más altas que yo o me encogí al descender por ese túnel. Estoy maravillada. Camino entre ese valle de gigantes hasta llegar a una torre.

 


 Al acercarme, escucho murmullos, unas vocecitas apenas perceptibles. Quiero ver de qué se trata, pero no sé por dónde subir. Busco a mi alrededor algo que me ayude a llegar hasta lo más alto, pero no veo nada.   

De pronto, como por arte de magia, me encuentro con un gran árbol, uno tan alto como la torre. Trepo por las ramas. Entre más cerca estoy del final, el corazón late más a prisa. Ahora sí estoy asustada, pues las voces son cada vez más fuertes y no sé lo que encontraré.    

Alcanzo a tomar una fotografía, cuando nuevamente la luz incandescente me ciega. 

 


 No sé qué pasó. Ahora estoy en el mismo árbol en el que aparecí cuando llegué a aquí.

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